Cita nº 1


El talento es más barato que la sal común. Lo que separa a los individuos con talento de los verdaderamente exitosos es un montón de trabajo duro.
Stephen King

Grandes éxitos


Bradley copiaba archivos a un CD mientras tatareaba en las oficinas de informática de una base de Estados Unidos en Irak una canción de Lady Gaga. Aquel recopilatorio iba a sonar con fuerza en todo el mundo. El disco regrabable poseía todos los ingredientes para ser recordado en la lista de éxitos durante años. Era un CD de denuncia social, con temas movidos que iban desde la invasión de Irak, la corrupción, la conspiración o la muerte indiscriminada de inocentes. La canción más emotiva era la veintiséis: los intentos del gobierno yanqui de ocultar el asesinato de José Couso. Ahora solo faltaba un buen productor musical. Bradley pensó en un tal Julian Assange, de Wikileaks. Aquel CD se iba a oír, iba a sonar en las radios, en las televisiones y en internet de una forma u otra. Porque si los gobiernos intentaban silenciarlo siempre quedaba la posibilidad de comercializar aquel recopilatorio de forma clandestina en el top manta.

El poder del perro


Nadie veía al perro, excepto él. El psicólogo le dijo que no había ningún perro. Pero él siguió viéndolo mientras caminaba por la calle. Su familia, preocupada, le ingresó en un psiquiátrico. Allí le recetaron decenas de medicamentos y se tomo cientos de pastillas. Un día uno de los médicos le dijo que estaba curado. Al salir por la puerta vio al perro, junto al jardín, meneando el rabo.

Ocasiones


Te dije te quiero solo una vez.
Nos besamos de verdad en dos ocasiones.
Al tercer intento te quedaste embarazada.
Soñamos despiertos cuatro veces.
Y nos tiramos los trastos a la cabeza en cinco ocasiones.
A mitad de año diste a luz, de forma precipitada, seis veces.

Escribir


Observó el pliego de papel en blanco y sintió una punzada en la tripa. Llevaba días luchando contra aquella idea que deambulaba por su mente como un viajero errante. Escribir implicaba dejarse la piel en leer, corregir, borrar, sobrescribir y tirar folios y folios a la basura durante años o décadas. Además, cabía la posibilidad de que ese esfuerzo no tuviera nunca recompensa. Nada aseguraba a un escritor que su obra viera algún día la luz, como mucho llegaría a vislumbrar la sombra del cajón del escritorio o la hoguera. La escritura era un trabajo duro, agotador, donde podía dejarse el alma sin obtener ningún fruto. Aquel viaje literario transcurría por un territorio hostil, plagado de baches, donde las musas y los milagros no existían, solo la perseverancia y el trabajo. La pluma descansaba paciente sobre el tintero a que tomara una decisión. Ser o no ser escritor, ésa es la cuestión, se dijo Shakespeare mientras a lo lejos distinguía el cielo azul como un extenso mar de seda.

Elemental


El detective le encañonó con el arma desde el otro lado de la habitación. El escritor observó su imagen recortada entre las sombras. Reparó en su estatura que sobrepasaba los seis pies, en su mirada aguda y penetrante y en su nariz fina y aguileña que le otorgaban un aire de viveza. Distinguió su gorra inconfundible, el abrigo y la capa. El escritor volvió a fijarse en la pistola y entonces, sus manos temblaron y una película de sudor se deslizó con celeridad por su frente. Vio que le apuntaba a los ojos. Tenía buena puntería. Él y los miles de lectores de The Strand Magazine lo sabían.
—Si quieres tirar a Moriarty por las cataratas del Reichenbach adelante, pero yo no salto ni de coña —comentó el detective.
—Quizás podamos llegar a un arreglo —dijo Arthur Conan Doyle con una voz ronca como el arrullo de una paloma enferma.
—Más te vale ¡Y ya de paso me gustaría que me buscases una novia! ¡Ah, y que esté buena!

Crisis



Antes era mulero, trasportaba dentro de mi estómago droga para evadir los controles de la policía. Una vez, incluso llegué a llevar en mi interior doscientas bolas o bellotas que sumaban seis kilos de heroína. Hace unos años tuve una mala experiencia. Una de las bolas se rompió y casi me voy al otro barrio. Desde entonces opté por cambiar de sector. Ahora me dedico a ser mula, pero de otro tipo de producto. En los últimos meses he ingerido tanto hilo de cobre que he dejado tiesos a los constructores de la zona. Los expertos lo han denominado crisis del ladrillo.

RUB


¿A dónde van los patos de Central Park cuando el lago se hiela?