He salido del armario. Llevaba mucho pensándolo y tras largas deliberaciones debo asumir las consecuencias que este acto conlleva. Sí, soy un poco mariposón para aquél que no lo sepa. Siempre me ha gustado ir de flor en flor y alimentarme del néctar prohibido. Pero para bien o para mal soy así. Y no lo puedo remediar desde que nací siendo una pequeña larva. Y no, no piensen mal porque no soy gay ni nada de eso.
Soy la pollilla que lleva meses en tu armario, ésa que ha ido devorando los tejidos de lana hasta dejar agujeros en tus prendas delicadas. Soy saprófago (o si lo prefieres, que me alimento de materias en descomposición) y a partir de ahora voy a hacer un favor al inquilino de este piso. El sujeto posee una envidiable estantería repleta de libros aunque creo que hace años que no lee ninguno. Me lo ha dicho una prima mía, un insecto psocóptero, que lleva semanas apolillando los volúmenes encuadernados en la biblioteca de la casa. Espero que el papel sepa bastante mejor que la lana. ¡Ah y espero no volverme tarumba devorando tanta letra estúpida que no sé qué significa!
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