Mi perro Rocky es un genio. Una eminencia en su especie. Sabe planchar, fregar, hacer la colada, barrer, sacar la basura e incluso bailar cuando sale al parque. Además, en los últimos tiempos le estoy enseñando la tabla de multiplicar. Si le pregunto cuánto son tres por dos, enseguida mueve la cola, desaparece de la habitación y al rato regresa con un folleto entre los dientes con la oferta de Carrefour. Buen perrito, le digo. Recientemente ha adquirido una curiosa afición. Se ha especializado en sustraer el periódico de los vecinos. Yo le comento que eso está mal, que no debe hacerlo más. Sin embargo, encoge las patas, y mira hacia uno y otro lado, como diciendo que así ahorra a su amo un montón de pasta. Ayer, nos tocó la lotería y lo envié al banco para que cobrarse el décimo. Desde entonces no sé nada. Ya me lo imagino en el Caribe de fiesta, con treinta millones de euros, en compañía de su amigo Curro, el de los anuncios.
Álvaro
Hace 11 años
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