¿Por qué no olvidar? Para alejarme de ti. Para terminar de una vez con esta relación que parece una cárcel de días interminables, de noches tristes durmiendo en la misma cama, pero a kilómetros de distancia, en islas remotas, la una de la otra. Para no tener que esperar cada mañana en la puerta del baño mientras escucho en la cocina cómo saltan las rebanadas de pan de la tostadora. Para no tener que decir adiós cuando salgo de casa en dirección al trabajo. Para no llenar los huecos del silencio corrigiendo exámenes y preparando estúpidas clases de alumnos a quienes les importa lo más mínimo Unamuno, García Lorca o Raymond Carver.
Desde hace un tiempo la monotonía se ha apoderado de nuestras vidas. La rutina parece tan previsible que la sola idea de escapar nos aterra como los fotogramas de la Matanza de Texas o de Holocausto Caníbal. Y lo más triste es que nos hemos acostumbrado a esa agonía. A veces, desearíamos huir, marcharnos y hacer otras cosas, pero ya no hay tiempo porque los días nos devoran como pirañas hambrientas en una pecera. Existe una hipoteca de por medio, un coche pagado a medias y los gemelos que están en camino. Es lunes. Suena el despertador y hay que ir otra vez a la oficina. Y así un día, otro y otro más, hasta que tú o yo terminemos para siempre con esto.
Desde hace un tiempo la monotonía se ha apoderado de nuestras vidas. La rutina parece tan previsible que la sola idea de escapar nos aterra como los fotogramas de la Matanza de Texas o de Holocausto Caníbal. Y lo más triste es que nos hemos acostumbrado a esa agonía. A veces, desearíamos huir, marcharnos y hacer otras cosas, pero ya no hay tiempo porque los días nos devoran como pirañas hambrientas en una pecera. Existe una hipoteca de por medio, un coche pagado a medias y los gemelos que están en camino. Es lunes. Suena el despertador y hay que ir otra vez a la oficina. Y así un día, otro y otro más, hasta que tú o yo terminemos para siempre con esto.
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