La llamada


Cogí el teléfono y alguien, con una voz grave, me dijo que me iba a matar. Al principio lo achaqué a una de esas bromas que gasta algún gracioso que no tiene nada mejor que hacer. Luego al pulsar la tecla para identificar la llamada me di cuenta de que se trataba de un número oculto. Me quedé pensativo durante unos instantes. ¿Y si era verdad? ¿Y si alguien me quería matar? Que yo supiera no tenía enemigos. Aun así, empecé a elaborar una pequeña lista de posibles candidatos a homicidas: mi ex mujer, el vecino del cuarto con quien tuve un conflicto a consecuencia de la rotura de una tubería, un compañero de trabajo que nunca me saluda, la asistenta a quien llevaba más de seis meses prometiendo un aumento de sueldo y nunca lo hacía o el desconocido que me observaba de reojo en el bar. Sentado en el despacho de casa sopesé la posibilidad de morir en ese preciso momento. ¿Cómo sería? ¿Un vaso de veneno? ¿Una jeringuilla que me clava un tipo en el ascensor? ¿Los frenos del coche que no funcionan? Casi sin querer empecé a rallarme con pensamientos inútiles, obsesiones provocadas por una estúpida llamada. Sí era una chorrada, me dije, hasta que oí el timbre de la puerta…

RUB


¿A dónde van los patos de Central Park cuando el lago se hiela?