Bellísima persona



Se llamaba Alfred y tenía cuarenta y nueve años. En su tiempo libre, iba casi todos los días a misa, ayudaba a los invidentes a pasar la calle, colaboraba de manera altruista en una ONG, se preocupaba por los minusválidos y participaba en todo tipo de proyectos interesados en mejorar el barrio y la calidad de vida de los ancianos. Para sus vecinos era una especie de Mesías, una persona que sin esperar nada, ofrecía su tiempo a los demás. Trabajaba de gerente en un supermercado y siempre que podía, conseguía comida gratis para los indigentes, daba limosnas a los vagabundos y echaba una mano a quien necesitase un techo para pasar la noche. Una gran persona, como le definían sus amigos.

Pero lo que nadie conocía, lo que nunca llegarían a saber era su historia con la chica rubia, de ojos azules, bonita figura, a quien secuestró y retenía en el sótano, donde cada noche, azotaba, violaba y vejaba en su particular mansión de los horrores.